Una obra maestra de la narrativa emocional y el oficio técnico, esta es la aventura de acción en su máxima expresión.
Ya ha pasado poco más de un mes desde que la secuela de Naughty Dog se lanzó en todo el mundo. Tiempo suficiente para completar el juego, sus emocionantes eventos absorbidos y reflexionados. Si aun no lo has terminado, un aviso obvio: encontrarás spoilers de acá en adelante.
Si el juego original de 2013 se enfocó en los lazos que nos conectan, la secuela es un estudio de los ciclos de violencia que nos pueden conducir. El director Neil Druckmann en el prólogo del libro The Art of The Last of Us Part II pregunta: “¿Qué tan lejos irías para traer justicia a los que amas? ¿Cómo te cambiará esa experiencia? ¿Qué tipo de repercusiones seguirán?”
Las respuestas de Naughty Dog a esas preguntas son tan inquietantes como fascinantes. También son incómodas, instantáneas, familiares. La historia se desarrolla en un Estados Unidos moderno y devastado; las circunstancias que hacen que estos personajes sean extremos. Sin embargo, sus motivación y respuestas están empapadas de realismo y son fáciles de empatizar. No menos realista pero infinitamente más difícil de alcanzar es entender la perspectiva del otro: lo que hace que la doble narrativa sea un golpe maestro.
Es difícil darse cuenta de que el cambio a Abby no es una intermisión de mitad de historia sino que de hecho es el comienzo de la otra mitad del juego. Sin embargo para mí, con su final el estudio logró su objetivo: estaba tan involucrado en su historia como lo estuve en la de Ellie. Y ahora estaba aterrorizado, temblando, de lo que podría suceder cuando estas dos colisionaran.
La banda sonora es estelar a todo momento, ya sea ayudando a impulsar la acción en la pantalla, armonizando con el lenguaje corporal del personaje en una escena en particular o girando sorprendentemente hacia una interpretación conmovedora de un clásico del pop de los 80.
Quizás estuviste en conflicto tanto como yo durante esa tensa y teatral pelea del final. Quizás has seguido siendo un completo defensor de una perspectiva, o te has encontrado cambiando lealtades. Al final el juego provocó una discusión profunda y genuina, por lo menos entre aquellos con los que he hablado, en temas que nunca hubiera esperado enfrentar, en un juego que sigue siendo todo un éxito. ¿Desestabilizador? Seguro. ¿Importante? Absolutamente.
Esa inversión se hizo más fácil gracias a una de las representaciones más impresionantes y realistas de personajes en videojuegos que he visto hasta ahora.
Continuamente activaba el Modo Foto y me acercaba para examinar las reacciones faciales. Un silencioso momento de reflexión durante la caza de Abby por Owen. El agotamiento emocional de Ellie es evidente en su rostro quemado por el sol mientras peleaba por sobrevivir una vez más. Es el primer juego que sentí que podía ver a cada personaje procesando internamente los eventos a su alrededor con solo mirarlos a los ojos. Si quieres verlo por tu propia cuenta, carga el Model Viewer y desbloquea los primeros y últimos modelos de Ellie y Abby. Acércate a su rostro: no solo verás las cicatrices físicas. Las consecuencias emocionales de sus respectivos viajes entrelazados se producen allí.
Los entornos de espacio aislado empacan secretos actualizados y ofrecen múltiples enfoques para las amenazas. También son un deleite visual. La mayoría de las veces los exploré solo para saborear la silenciosa belleza de los países en ruinas.
El realismo también impregna el sistema de combate. Refinado desde el primer juego, el sistema puede cambiar de la forma sigilosa a la acción completa en un instante. Sin embargo, perfeccionar cualquier enfoque lleva tiempo.
No estás mejor equipado que aquellos que enfrentas y las opciones rara vez están a tu favor. Como con cualquier juego, la torpeza precede a la experiencia mientras te acomodas en los ritmos de su estilo de juego. Ese periodo de ajuste juega graciosamente en el sentido de pánico que tuve en estas situaciones: disparos fallados cuando huía del fuego enemigo, golpes que no logré dar en el blanco mientras corría, intentando luchar contra mi propio miedo.
Crucialmente el juego nunca glorifica la violencia inherente en sobrevivir a un mundo post apocalíptico. Los horrores del juego original están acá (desde el simple terror de una cerca de alambre que se derrumba bajo el peso de una horda hasta el temor estremecedor del enfrentamiento de Rat King) pero en Part II, Naughty Dog favorece el conflicto humano. Con él vienen nombres y rostros y tensas situaciones y difíciles decisiones.
Adecuado para la narrativa del juego, también permitió que el estudio jugara sin esfuerzo (¿o cazara?) con mis emociones, arrastrándome por poderosas olas de venganza ciega y depositándome en una orilla de responsabilidad cuestionable a medida que la ira diminuía. Alegría remplazada por la repulsión y eventualmente la resignación a las necesidades de sobrevivir. En el cisma natural de la humanidad, el tribalismo.
Hay una poderosa fantasía acá. No puedes noquear un Clicker con un solo puño o pasar desapercibido ante una patrulla sin sentir emoción. Pero no existe la catarsis esperada, ya que el desbloqueo de XP y el perfeccionamiento del combate se yuxtaponen cuidadosamente contra un creciente temor a la impotencia. Ser cómplice, aunque no completamente, en al menos dos formas destructivas de venganza y sus respectivos ciclos de violencia. Pero el mensaje de la tragedia inherente es importante, la esperanza de una autorrealización aparente. Para Ellie, Abby y para nosotros mismos.
Esto es narración en su mejor momento y aventura de acción en su máxima expresión.
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